El vibrante verde y el mundo de relieves bajo el sol del profundo hemisferio sur parecen un cuento inverosimil aquí, en esta tierra de tonos uniformes, descoloridos, cansados.
Sufridos despertares para llegar a los agobiantes ocasos.
La época improductiva fisicamente e intelectualmente.
La cultura de siesteo que aborrezco tanto.
Vuelvo la mirada a dos semanas atrás para consolarme con los húmedos atardeceres de los días más cortos del año.
El atardecer en Ross, Tasmania.
La luz efímera, burlandose de los elementos, ofrece estos momentos insólitos de una poderosa sensación de belleza, doblando lo mundano en lo extraordinario, permitiendo que por un instante impere lo impredecible, deseado e inalcanzable.
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