Mi pensar no tiene una lengua materna y es sólo una sucesión de traducciones, de desplazamientos, de adaptaciones a condiciones cambiantes.

sábado, 5 de febrero de 2011

DOMINAR EL MUNDO CON LA MIRADA O LA DEMOCRATIZACIÓN DEL TURISMO

Colas de varias horas para entrar en el Museo del Louvre, paciencia infinita requerida para moverse por las salas de Prado, misión imposible para visitar los Museos Vaticanos.
Avanzamos...
Se puede recorrer el mundo con la mochila al hombro. Los jubilados ociosos tienen facilidades para matar su aburrimiento. Los vuelos de bajo coste trasladan a casi cualquier lugar a todos esos que van detrás del anhelo de escapar de su triste cotidianidad.
Vivir el simulacro de viajar. Viajar para experimentar el simulacro de vivir.
Esta es la primera ilusión del turista: el movimiento. Claro, el destino, el medio del transporte, el rótulo del producto turístico determinan estructuralmente la autoestima del viajero y su percepción del otro.
El vive su viaje por adelantado, va viendo las imagen que le esperan y espera verlas tal y como las ha visto desde su sofá. Si no es así es la decepción que origina las quejas, que el hotel de cinco estrellas no se merece tal calificación, que las carreteras son malas y los nativos poco 'educados'.
Y si la realidad se sale mucho del marco esperado, esto ya es problema de seguridad.
En realidad el turista nunca sale de su casa.
Los mismos aeropuertos, las mismas cadenas hoteleras, los mismos autobuses y los servicios estandarizados de la misma agencia. La satisfacción pomposa, su desprecio tranquilo y paternalista disfrazado con un entendimiento benevolente de que 'son tan pobres', su aceptación de la distribución de los roles que le favorece, quedan grabadas, reveladas y examinadas en todas esas fotografías en las que el turista da la espalda a lo que le rodea. Uno delante del templo, la otra con las cataratas detrás. El turista es el que tapa las cosas, el que está siempre por delante. Como su mirada, performativa en el sentido que determina la conducta los otros, meros figurantes en el escenario de su trayecto.
Los destinos turísticos vendidos en el mercado sufren el proceso de la conversión en Parques Temáticos de si mismos. Los monumentos, los museos, los zocos que venden las mismas bastardas artesanías fabricadas en Taiwán están al servicio de los requerimientos del turismo de masas.
¿Qué busca esa pequeña y mediana burguesía occidental que contrata viajes organizados con grandes agencias? ¿A qué se debe esa incontinencia turística?
El desplazamiento espacial, según Levi-Strauss, es un desplazamiento en escala social, o su simulacro. Aunque el desplazamiento espacial sea el único que experimente el turista, la sensación de salirse del marco cotidiano le aporta un aire de relevancia. Se sale de él para enseguida dejarse arrastrar por la dinámica gregaria del viaje organizado, sentir la infantil experiencia de comunidad. Conducido, guiado, disfrazado y alimentado en grupo experimenta la felicidad de rebaño que a la vez aspiraba dejar por unos instantes.
Viaja para volver contento, para vivir los momentos felices mirando las fotos del viaje. Aquí está él, en el primer plano.